viernes, 27 de enero de 2012

Promesas.

Queridos hijos míos,

Que quiero lo mejor para vosotros ya lo sabéis, es una obviedad que mi vida gira en torno a vuestra crianza. Podéis estar seguros de que siempre voy a estar a vuestro lado de un modo u otro.

Lo que tal vez sólo podéis intuir ahora, pero después veréis bien claro, es que no soy perfecta, que en realidad, soy afortunadamente imperfecta, pero os prometo que no sólo es bueno que lo sea, sino que además voy a esforzarme por serlo todavía más.

Seguiré creyendo que llevar los pantalones llenos de mocos y los hombros machados de chocolate no me convierte en descuidada sino que me delata como madre cercana, presente.

Volveré a reírme a carcajadas en el silencio de una biblioteca cuando abra mi mochila y en lugar del libro que debo devolver me encuentre la pandereta (con el ruido que supone).

Recordaré que hacer la cama por las mañanas no tiene que ser una obligación, deshacerla por las noches tampoco.

Defenderé vuestro derecho a comer con las manos argumentando que es más sano y más divertido, por qué no?

Continuaré sentándome en el suelo para compartir vuestra perspectiva de la vida.

Respetaré vuestra libertad para elegir si queréis la leche en vaso o en biberón, y no decidiré dónde lleváis vuestros juguetes, cuándo los guardáis o cómo los tratáis.

Caminaré descalza siempre que pueda para mostraros la importancia de estar conectados con la tierra que pisamos y el placer de los pequeños gestos.

Seguiré pensando que la ducha es una elección, muchas veces un placer, y que nadie se muere por estar sucio.

Y el día que queráis dejar mi cama para tener una propia sostendré mi necesidad para acompañar la vuestra.

Os prometo que voy a equivocarme, pero también voy a saber disculparme.
Que voy a conocer y respetar vuestra individualidad.
Que voy a aparentar fortaleza cuando os vea débiles y voy a ser débil cuando me necesitéis humana.
Que lucharé para no perder la pasión porque algún día buscaréis en mi un referente.
Que seré sincera cuando no tenga respuestas.
Que estaré callada cuando necesitéis ser escuchados.
Que continuaré velando vuestros sueños y maravillándome del milagro de la vida.
Que dentro de mi imperfección cobijaré vuestros errores.
Que no querré para vosotros lo que de niña no he querido para mi.

Me esforzaré en recordar que lo urgente no siempre es lo importante.
Que si os caéis podéis levantaros.
Y que vuestras razones, sin ser las mías, son totalmente válidas.

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