Despunta el alba y tienes que levantarte, alguno de los pequeños quiere jugar y bajo ningún concepto acepta hacerlo en la cama. Alguna de las mayores ya tiene hambre.
<<Está bien, me levanto...>> piensas tú, pero la orden del cerebro no llega al resto del cuerpo, <<necesito vitaminas!!>>, todos en la cama saben a qué te refieres y la chiquillería al completo se lanza sobre ti para comerte a besos.
Ahora sí, te levantas. Lo primero biberones y pan con aceite y sal para todos, comida para la perra y calentar agua, poner lavadora, recoger los cacharros y sentarte a tomar el mate mientras conversáis de todo un poco.
Empiezas a notar el efecto, vestirse y lavarse todos, revisión general de la casa, juguetes y ropa en su sitio, vistazo rápido a las tareas de hoy, son demasiadas, habrá que priorizar.
Dejáis la comida preparada y salís a la calle, para entonces habéis tendido la lavadora, barrido los suelos y limpiado el baño, por hoy ya habéis dedicado bastante a la casa.
Ya en la calle pasáis por el banco, la biblioteca y el supermercado, por supuesto con parada en los columpios. Se os hace la hora de comer.
Durante la comida debatís sobre las propiedades de los alimentos "¿nos crecerá el pelo?", "¿seremos más altas?", "¿tendremos mejor vista?".
Cuando te das cuenta están todos durmiendo la siesta y no te lo puedes creer, te da tiempo a fregar lo de la comida y sentarte media hora en el ordenador.
Van despertándose poco a poco, primero los pequeños que son de sueño ligero, luego las mayores que quieren ir a la piscina. Tardáis una hora en prepararos, todo un récord!
La tarde en la piscina nunca falla, disfrutan como locos y terminan todos agotados. De vuelta en el coche se quedan dormidos y tú sonríes mientras tarareas alguna canción de la radio.
De nuevo en casa hay que organizarse, bañadores y toallas a lavar, os ducháis por turnos y preparáis la cena. Primero cenan los chicos y mientras, las chicas aprovechan para jugar a mamás y papás, inventan historias, se abrazan, se embarazan, cambian pañales, visten y desvisten a las muñecas..., recrean su propio mundo.
Los enanos se han dormido, os da tiempo a bailar un rato antes de cenar, no hay prisa por acostarse, es verano y bailar os desestresa.
Agotados, jadeantes y contentos os sentáis a cenar, a la pequeña se le cierran los ojos, las dos mayores parece que aún tienen cuerda para rato y quieren ayudarte a coser el muñeco con la máquina, tienen muchísimas ganas de verlo acabado.
Diez minutos después están las dos dormidas pegaditas a tus piernas.
Ha sido una jornada dura, pero muy gratificante, al final eso es lo que siembras.
Mañana será otro día.
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