La nueva madre necesita espacio y tiempo para crearse de nuevo, para ubicarse, para fusionarse... necesita apoyo para poder permitirse esos momentos de no hacer nada más que mirar a su bebé, necesita, como se ha dicho en infinidad de ocasiones, una tribu que la sostenga, que la proteja, que la cubra...
Y qué pasa con los papás?? Qué papel le dejamos a él que también nace de nuevo? Obviamente precisará a su vez de esa tribu que no debería faltarle a nadie. Necesitará ser escuchado y comprendido, relevado a veces, y valorado siempre. Pero sobre todo necesitará que alguien le haga saber cuál es su función.
En los primeros meses de vida del bebé, el papá debería ser el hombro en el que apoyarse para llorar, aunque sea de alegría. Debería ser el suspiro hondo que se contagia, la comprensión, la paciencia. El papá debería irradiar seguridad y llevar debajo del brazo el libro de instrucciones, no del bebé, sino de la mamá!!
Alguien tendría que explicarle los procesos por lo que pasa la mujer tras un parto, la vulnerabilidad, la inseguridad, el regreso a la niñez, los momentos de añoranza, de miedo, de reflexión y búsqueda... Alguien tendría que decirle que todo eso es pasajero si se acompaña, si se apoya, si no se cuestiona, si no se acelera.
La función del padre es mucho más que bañar al bebé, es mucho más que preparar la comida o hacer la compra, es mirar a la madre y hacerle sentir que es mujer, que es sabia y que está acompañada.
Es estar con los brazos extendidos y muchas veces vacíos, es esperar a que te busquen, es dejar que te encuentren.
Es tener la capacidad de relativizar, de tomarse la vida con humor, de estar atento a ese instante en que parece que la cuerda va a romperse, y convertirse en red.
Convertirse en padre, nacer como tal, o re-nacer si se da el caso, es tan difícil como encontrar la manera de hacerse complementario, sentirse de pronto la pieza que falta en el puzzle y dejar simplemente que encaje.