A partir de ese momento, hospitales, pruebas, controles, miedo, ansiedad... Lucha constante para que no me quitaran la oportunidad de vivir un embarazo que sabía sano y mío.
Los médicos sólo veían feto 1 y feto 2, medidas, estimaciones, porcentajes... donde yo veía latidos, manitas, patadas... Aún así me hicieron dudar en no pocos momentos y en la semana 23 ya les había puesto nombre para tener de quien despedirme llegado el momento.
Ese momento no llegó, afortunadamente, pero sí llegaron mis dos bebitos un poco antes de lo recomendable, y unas horas después de lo económicamente deseable (justo el día que quitaban el cheque bebé!!).
Ahora no me puedo creer que los chicarrones que están a punto de cumplir un año fueran entonces esas cositas pequeñas y arrugaditas, que más parecían duendes envejecidos que bebés. No me puedo creer que superaran las primeras horas, los primeros ingresos, los días de no vivir con ese pitido metido hasta lo más profundo, las mascarillas, los guantes, el dichoso ruido del sacaleches, los electros, las analíticas, la hora de visita médica con el corazón en un puño, la ropa grande, los pañales grandes, los biberones inmensos, la cama gigante...
Aquellas primeras sonrisas intencionadas, las manitas agarradas a un dedo, el sonido acompasado de la respiración calmada, la cabeza sostenida, la espalda por fin erguida, los primeros gateos, la ausencia de miedo, el lanzarse de la cama cual superman sin capa, los primeros pasos...
Y los pequeños monstruitos que tal vez no nacerían han roto esquemas y superado estadísticas. Los pequeños prematuros que irían por detrás de los niños de su edad resulta que tienen prisa por comerse el mundo y han decidido que ya está bien de ser bebés, que ahora son niños.
Mientras, esta aprendiz de madre que ha pasado muchas veces en este año de sentirse poderosa a totalmente vulnerable, de estar embargada de amor a superada por las circunstancias, de ser cobijo a estar ausente..., esta madre que echa mucho de menos un sueño reparador, una casa recogida, una horita de lectura en silencio, volver a pensar con fluidez... y que escoge como palabras clave de este año: caos, conciencia y sostén, tiene una única verdad: no combiaría ni uno solo de los días que ha vivido con vosotros.
Felicidades pequeñas fieras!!